Todos deberíamos aprender de la sonrisa de un niño, ya que es la mejor fórmula para ser felices en la vida. A ellos no les cuesta nada y deberíamos emplearla ante cualquier situación dañina. Nos llenaría de positivismo y de energía y nos permitiría enfrentarnos a los obstáculos constantes de la vida, pues por muy dura que ésta sea a veces, siempre es mejor enfocarla con una pequeña sonrisa.
Solo Dios tuvo que ser el artífice de la dulce sonrisa de un niño, pues es un gesto que refleja la ternura y misericordia que han olvidado los adultos. Y es que en el mundo, ¿puede haber algo más resplandeciente, contagioso, intenso y gozoso?
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