Comienzo a sospechar que mi perro es un experto en el arte del chantaje. Basta con que me dedique una sola de sus miradas, para que pueda dejar de regañarlo por los desastres que hace.
Quién no ha sentido el beso cariñoso de un perro o como un gato se frota contra sus pies, no ha conocido lo que es la verdadera felicidad.
No importa cuanto ruido puedan hacer por las noches, que muerdan mis cosas o ensucien a veces el jardín. Quiero a mis mascotas porque han sabido darme más cariño
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