Seré feliz. Arrancaré de mi espíritu todo pensamiento triste. Me sentiré más alegre que nunca. No me lamentaré de nada.
Hoy agradeceré a Dios la alegría y felicidad que me regala.
Trataré de ajustarme a la vida. Aceptaré el mundo como es y me adaptaré a él.
Si sucede algo que me desagrada no me mortificaré ni me lamentaré, agradeceré que haya sucedido, porque así se puso a prueba mi voluntad de ser feliz.
Hoy seré dueño de mis nervios, de mis sentimientos, de mis impulsos. Para triunfar tengo que tener el dominio de mí mismo.
Trabajaré alegremente, con entusiasmo, con amor, haré de mi trabajo una diversión. Comprobaré que soy capaz de trabajar con alegría. No pensaré en los fracasos. Si las personas a quienes tengo afecto me desprecian, lo ofreceré al Señor.
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